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Sobre el pensamiento único ciclista y sus alternativas

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En relación con la línea de pensamiento único mediática [1]​ y política [2]​ muy extendida actualmente, ligada a la manera de entender la bicicleta y su utilización en un entorno urbano, consistente en negar toda discrepancia o comportamiento alternativo. Este pensamiento único pretende relacionarse, en el contexto de emergencia climática y sanitaria actual, con la necesidad urgente de fomentar desde hoy mismo modos sostenibles de desplazamiento que sean respetuosos y responsables. El uso de la bicicleta como vehículo habitual en ciudad es una parte esencial de la solución a estos desafíos, y una línea de pensamiento único como la que pretende imponerse pone en riesgo su implantación como alternativa segura y libre [3]​.

Madrid no puede perder la oportunidad y quedarse paralizada y anclada en modelos de movilidad del siglo pasado diseñados en torno al vehículo a motor, como ocurre en otras ciudades, inspirados en la idea de la bicicleta como vehículo residual, de segunda categoría frente los demás y al que hay que apartar del tráfico regular para que “no entorpezca”. Sin embargo, existe desde hace años una línea de pensamiento único que persigue la opción de crear vías ciclistas segregadas en una ciudad donde ya es posible usar la bicicleta como vehículo habitual, deslegitimando su uso libre y expulsando a los ciclistas de la circulación. Esta medida segregadora solamente puede ir encaminada a favorecer a una parte de los usuarios del espacio público, los vehículos a motor privados, con mayor velocidad punta. Así por ejemplo, muchas vías segregadas se crean en lugares de fuerte pendiente -donde los vehículos a motor sufren más tras una bicicleta-, aún en detrimento de la seguridad del ciclista e incluso del transporte público. Son precisamente los vehículos a motor quienes, desde hace décadas [4]​ y en sintonía con el pensamiento único, potencian la idea de una calzada desprotegida y peligrosa, de cara a apropiársela a través de la segregación ciclista.

Hay que recordar que la creación de vías segregadas no permite mantener la distancia de seguridad recomendada debido a la pandemia, como señala un documento de la Asociación Nacional de Búsqueda y Salvamento, recomendación en línea con otras ya emitidas por el Ministerio de Sanidad. Pese a las numerosas declaraciones políticas en favor de las vías segregadas por parte del Ayuntamiento de Madrid, la realidad es tozuda y confirma lo contrario. A pesar de los centenares de kilómetros de vías segregadas existentes y de otras muchas creadas recientemente, criticadas por las organizaciones ciclistas por penalizar tanto a los usuarios de transporte público como a los peatones, poniendo en riesgo a los ciclistas, esto no ha ayudado a facilitar el uso de la bicicleta en Madrid. Los ataques a la movilidad ciclista libre son continuos: fruto de la línea de pensamiento único dominante, 167 km más de vías segregadas han sido anunciados recientemente [2]​.

Como alternativa real y atractiva de movilidad que es, la bicicleta es utilizada como medio de transporte económico y eficiente por muchos madrileños todos los días gracias a su Ordenanza de Movilidad, pionera en igualar en derechos y deberes a los ciclistas con el resto de conductores. Pero esto no es suficiente, y es necesario hacer mucho más: una apuesta decidida a favor de la bicicleta en la ciudad de Madrid implica necesariamente crear programas sistemáticos de formación sobre circulación, así como campañas de sensibilización al uso de la bicicleta, que fomenten el respeto entre todos los usuarios del espacio público. Si se quiere potenciar la concepción de la bicicleta como vehículo en igualdad de condiciones respecto a los demás, sería fundamental impulsar los servicios de bicicleta compartida pública, extendiendo su implantación a toda la ciudad y aumentando su plantilla de trabajadores de manera proporcional. Mejorar el estado del asfaltado en la ciudad de cara a mejorar la seguridad, adaptando los ciclos semafóricos a la velocidad de los ciclistas son dos medidas que mejorarían sensiblemente el uso de la bicicleta en Madrid. En fin, popularizar los talleres de iniciación a la circulación en bicicleta desde las administraciones, como ya hacen las organizaciones ciclistas, supondría un impulso decisivo a la hora de hacer de Madrid una ciudad mas ciclista.

Es evidente que, de cara a favorecer los modos sostenibles de movilidad libres, mejorando además la salud y la calidad de vida de los ciudadanos de Madrid, sería necesario reducir de manera efectiva el tráfico de vehículos a motor en la ciudad, que ahoga la circulación y penaliza el uso de la bicicleta como vehículo eficiente. Esta reducción debería desarrollarse en paralelo a la adopción de medidas, compatibles con el uso de la bicicleta, y sanciones que impongan el respeto de la velocidad máxima permitida, donde además sería importante mantener al menos un carril a 30 km/h en calzadas de mas de un carril por sentido.

Todas estas medidas, como se puede fácilmente entender, son sencillas de aplicar y de fácil y rápida implantación, además de austeras, pero son obviadas por el pensamiento único, que insiste machaconamente en la misma falacia. Todas ellas potenciarían el uso de la bicicleta como vehículo habitual en la ciudad de Madrid, favoreciendo su uso a partir de la formación, la concienciación y la práctica. Cabe por ultimo señalar que la reciente supresión de la regla de gasto de los ayuntamientos, así como los previsibles fondos europeos para la recuperación, podrían llevar a pensar que la cuestión económica en ningún caso supondría una excusa para implantar costosas vías segregadas, de acuerdo con el pensamiento único ciclista. Muy al contrario, esto implicaría un dispendio [5]​ económico inaceptable en estos momentos de fragilidad económica, además de suponer una clara degradación en la situación de los actuales usuarios de la bicicleta en Madrid, entendida no como un elemento puntual de segunda categoría, sino como agente de movilidad urbano moderno, sostenible y libre [3]​.

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